jueves, 24 de julio de 2014

Se supone que ella no fuma, solo de vez en cuando. Sin embargo, cada vez se está volviendo más frecuente eso de robarme cigarros de la cajeta después de echar un polvo. En verdad, a ella se le da muy bien eso de robarme cosas de la cartera: los cigarros, el dinero, la maría y (solo) a veces el corazón. Se aprovecha de mi debilidad, soy un blanco fácil, para qué nos vamos a engañar.  Y más aun si tenemos en cuenta que sus sigilosos dedos de gata en celo se cuelan por cada hueco de mi cartera y de mi vida sin que yo me de cuenta de que lo hace hasta que está dentro del todo. Y me encanta. Me encanta la forma en que me roba el alma para después tirarla. Y es que no lo puedo evitar, es mi punto débil.  Pero no se lo digáis.  Si ella lo supiese, ya no volvería más después de haberse ido. Le daría miedo saber que quiero que se quede, porque sabe que se acabaría quedando algún día.